miércoles, 7 de febrero de 2018

La Alberca


En el corazón de la vertiente norte de la Sierra de Francia y a 1.084 m de altitud, el pueblo de La Alberca vive inmerso en un impresionante paisaje de alta montaña, entre bosques de castaños, robles, nogales y pinos, verdes praderas y delicados huertos de árboles frutales. Esta villa serrana situada al sur de la provincia de Salamanca, declarada Conjunto Histórico Artístico desde 1.940, conserva intacto su tipismo arquitectónico gracias a que su millar de habitantes se esfuerzan y esmeran en mantener vivo su rico patrimonio.

Pertenece al partido judicial de Béjar, el término tiene unos 60,9 km² y unos 1.357 habitantes de los cuales unos 1.340 residentes en el núcleo urbano. Su gentilicio es albercanos.
Su economía, además del turismo, se basa en la industria chacinera, la apicultura, la remolacha y los cereales.



Entre callejuelas angostas y sinuosas, pavimentadas con cantos rodados y losas de piedra, sus casas de grandes aleros lucen en las fachadas un peculiar entramado de madera relleno de adobe y generosas balconadas repletas de flores.
La parte más baja suele ser de sillería y destinada a cuadra, mientras que una escalera conduce al primer piso, donde se desarrolla la vida familiar. Remata la vivienda el tradicional desván, una especie de almacén en donde se curaba la chacina (conjunto de embutidos, fiambres y conservas hechos con carne de cerdo...
"Para abrir boca, siempre está la chacina del cerdo ibérico: lomo ibérico, chorizo cular salmantino y jamón ibérico de bellota").



En el centro de su espectacular Plaza Mayor, flanqueada por soportales de madera sobre columnas de piedra de hermosos capiteles, se alza un crucero de piedra. Muy cerca se encuentra la iglesia, reedificada en el siglo XVIII, con su esbelta torre por bandera. En la capilla guarda un púlpito de granito esculpido del siglo XVI y una cruz profesional gótica de cobre dorado del siglo XIII.




Otros de sus tesoros es una casulla de color rosado carmesí, regalo de Juan II cuando visitó la villa allá por el año 1.445, tras la batalla de Olmedo, que se usa en la celebración de la misa de Nochebuena, y un pendón con el escudo del Prior de Ocrato que sus antepasados arrebataron a los portugueses adictos a la Beltraneja que osaron adentrarse por esos montes. Además, en la iglesia de San Sebastián (antes de San Blas), se halla el púlpito desde donde predicó San Vicente Ferrer en 1.412.



La Alberca, Antes llamada Valdelagua, perteneció en un principio a la cacereña Granadilla; después pasó a manos de don Sacho, conde de Alburquerque y señor de Ledesma, y después a su hija Leonor, esposa de Fernando I. Su hijo Alfonso VI la repobló en el siglo XII con los francos que acompañaron a Raimundo de Borgoña en su boda con la hija natural del rey, Doña Teresa de Portugal, y por eso muchos topónimos de estos lares hacen referencia a sus orígenes. Perteneció a la orden de Santiago y finalmente acabará en la Casa de Alba.

Si recorremos sosegadamente las calles y plazas de La Alberca, iremos encontrando atractivos rincones y perspectivas, en los que resalta una arquitectura popular levantada a base de piedras y geométricos entramados de madera.
Destacan los dinteles cincelados con fechas de fundación de las casas, con inscripciones, signos y anagramas religiosos, que quieren ser profesión visible de fe.


Cada una de las plantas superiores va sobresaliendo sobre la inferior, hasta llegar casi a tocarse los aleros de los tejados de las casas que se hallan frente a frente, lo que hace que en las calles se produzca un curioso juego de luces y sombras.
Se ha dicho que la estructura urbana de La Alberca es la de una judería, por lo intrincado, laberíntico y secreto de sus calles. Pero tampoco han faltado quienes, al recorrer el pueblo, lo han asociado con los arrabales de Damasco.

La villa mantiene sus tradiciones de rancio folclore a flor de piel, un hecho que, unido a su peculiar arquitectura popular, atrae a muchos turistas.

El día 6 de febrero, tras su curiosa procesión de las Candelas, celebra el día de las Mayordomas. La imagen de la Virgen y del Niño llevan sendas velas y, en función de la que se apague primero, se augura un mal año para los mayores o para los más jóvenes de la villa. Después las mujeres toman el mando por un día, llegando incluso, a nombrar a su propia alcaldesa.
El Lunes de Pascua se conmemora el éxito militar de los albercanos medievales frente a los partidarios de la Beltraneja, y el Ayuntamiento invita a todos los asistentes a un aperitivo, es el llamado "día del trago".




Los días 15 y 16 de agosto en honor a la Virgen de la Asunción, su "ofrenda y loa" monopolizan toda la atención con una representación popular que se halla, a decir verdad, entre el pregón y un acto sacramental. Las señoras aprovechan esta ocasión para lucir sus trajes antañones, sobretodo el que se llama de vistas, y se adornan con grandes collares de oro y plata (posiblemente de ascendencia mozárabe), y ejecutan sus típicos bailes al son del tamboril. 
Los encajes de aguja y los bordados con temas florales dan fama y prestigio a este bello pueblo.



En cuanto a su gastronomía cabe destacar sus carnes a la brasa al estilo serrano en compañía de los ricos caldos de la tierra. También son dignos de mención sus famosos hornazos, (especie de empanada rellena con  ricos embutidos, carne y huevos cocidos). En lo tocante a los postres hay que hacer mención a sus afamadas obleas, así como un turrón muy particular hecho de miel y almendras enteras. También cabe destacar sus diferentes  clases de miel.


En cuanto al interés de sus alrededores es obligado mencionar el conocido Valle de las Batuecas, en donde se hallan las mejores pinturas rupestres de la provincia salmantina; así como la Peña de Francia, con su mirador y una hospedería, situados a 1.723 m de altitud, en donde se encuentra el llamado Mirador de Santiago, desde donde se puede divisar la mitad de la provincia de Salamanca y una buena parte de la de Cáceres, (siempre y cuando el día esté claro).

TROVAS Y AIRES DE LA VILLA
-LA ALBERCA, UN PUEBLO EN EL TIEMPO-

Se presenta cual se ve
De los más bellos de España


Su carácter no se amaña.
Muestra la esencia de ayer.

Visto así ¿quién dice nada?
Mi pueblo ¡tan pintoresco!
Esbelto. ¡Una monada!.
Con su aire novelesco.

Es la tarde, luce el sol.
Cielo azul.
Luz y el farol.

Colorea el amarillo.
Resplandece la fachada.
Sugestiona, ¡con tal brillo...!
Su hilera. Más animada.

Pero el embrujo, es la noche.
Y lo más leal, noble e integro.
Lo da con su eterno broche
Del claroscuro a lo negro.

¿Y qué es, eso que ha sonado
que llega con tal empaque
y tanto me ha cautivado?
La salmodia.
Que recuerda
lo vivido, lo pasado.
Y anima.

-¡Qué no se pierda!-
Y "para que Dios las saque
de tan miserable estado”.

Mi pueblo.
Se presenta cual se ve,...
Muestra la esencia de ayer.

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